
S. Roberto y Kessié para el Barça
No temáis a los malvados. Tarde o temprano acaban por desenmascararse.
Ferdinand Galiani (1728-1787) Diplomático y economista italiano.
Hola, qué tal, cómo estás. Bienvenido una vez más a este minúsculo rincón de madridismo. Empecemos por lo obvio y quitémonoslo de encima cuanto antes: esta Liga está ya perdida. Por mi parte ya he felicitado a familia y amigos culés y antimadridistas varios (valga la redundancia) en la media que me ha sido posible y esperando no haberme dejado a nadie. Si me he dejado a alguien por el camino, sirva la presente como disculpa y felicitación a la vez.

Como ya me conoces un poco, sabes perfectamente que no me gusta andarme con medias tintas. Ante todo me gusta exigir a los míos, que para eso son los míos (perdón por la boutade), y buscar en casa la causa de las cosas (para lo bueno y para lo malo) antes de intentar encontrarlas fuera. Por eso hoy ando un poco descolocado toda vez que no acabo de centrarme y separar una cosa (los errores propios) de la otra (los errores sobrevenidos).
En fin, vamos allá. Ya te adelanto que voy a necesitar de tu ayuda.
El clásico en tiempos del Barçagate
Lo primero que hay que decir es que se han marcado tres goles en el partido y ninguno lo han metido los nuestros. Sí, ya lo sé, nos han anulado un gol por un fuera de juego cuyo grosor me recordaba a las lonchas de jamón que sacas cuando vienen a casa visitas de compromiso. Si hubiera sucedido al revés ahora estaríamos diciendo que el fuera de juego era claro, por tanto, nada que decir ahí … o sí, porque, visto lo visto y con lo que ya sabemos es lícito preguntarnos si el grosor de la loncha de jamón habría sido el mismo.
Que no hayamos sido capaces de meter ni un mísero gol dice más de nuestra incapacidad que del mérito rival. Y eso ha sido así porque hemos tirado casi setenta y cinco minutos a la basura, esperando que el gol de Araújo en propia puerta nos sirviera durante todo el partido. Setenta y cinco minutos viéndolas venir, sin más interés que defender todos muy juntitos y sin querer hacer sangre cuando llegábamos al área culé.

Setenta y cinco minutos en los que todo nuestro bagaje ofensivo ha sido darle el balón a Vini a ver si sonaba la flauta, en la seguridad, y la esperanza, de que es el único que a día de hoy parece que puede hacer daño a las defensas contrarias. A su vez las defensas rivales conocen y reconocen esa tara y, por tanto, les basta acumular hombres por su zona para desactivarle. Tan fácil, tan efectivo, tan obvio y tan sencillo.
Sólo cuando cuando Carletto se ha atrevido a poner sobre el césped a Rodrygo, a Marco Asensio y a Dani Ceballos, ha parecido que la cosa nos importaba un poco, cuando hemos presionado arriba, cuando nos hemos dado cuenta de que con el empate no íbamos a ningún sitio y de que hoy lo único que valía era ganar … hasta que llegó el momento de partir el jamón, claro.
Ahora bien, todo esto que te digo tiene un reverso casi tenebroso, un lado oscuro, un «amos no me jodas» que iba salpicando el bar en el que he visto el partido (bueno, salpicando no iba, no te voy a mentir … el único que lo decía era yo, es lo que tiene estar en minoría). Son pequeñas acciones que pasan desapercibidas pero que, guste o no, y en menor o mayor medida, terminan influyendo en el desarrollo del juego y, evidentemente, en el resultado.
Son esas acciones en las que, por ejemplo, Sergi Roberto puede clavarle los tacos a Nacho mientras el árbitro le dice que no le va a pasar ni una más a la vez que se guarda la amarilla para una mejor ocasión y que le permite, sigamos con el ejemplo, agarrar a Asensio y cortar un contraataque en el que nos íbamos casi solos hacia la portería contraria … todo porque no le había sacado la amarilla en la jugada anterior.

Eso sí, en la siguiente jugada la cartulina amarilla para Nacho cae sin remedio, aquí no hay un «no lo hagas más, niño malo». Minuto 18 de partido y ya tiene el Barça vía libre para volcar todo el juego por la banda de Raphinha. Y así, queridos niños, es como se desactiva a un defensor. Nos llevan años de ventaja, ninguna duda en eso.
También es una acción en la que Gavi se va de rositas tras agredir a Ceballos estando el balón y la jugada por otra parte del campo, mientras el juez de línea le echa tomate rallado al pan, el árbitro le añade la correspondiente loncha de jamón y en el VAR se entretienen abriendo una botella de Clos Viló tinto (un priorat muy recomendable, por cierto). Que este sinvergüenza haya vuelto a acabar el partido sin una tarjeta roja en su casillero debe ser un récord mundial o algo, estoy totalmente seguro.
Claro que ahí también hemos pecado de pardillos. Porque si Rüdiger en cuanto ha visto la jugada se hubiera ido corriendo hacia el árbitro a protestar arrastrando en su protesta al resto, quizá el diseña-líneas del VAR se habría visto obligado a revisar la jugada e igual a esta hora estaríamos celebrando que el niñato ha recibido su merecido … bueno, la verdad es que esto no me lo creo ni yo, pero, en fin, soñar es gratis, ya sabes.
En fin, que dicho lo cual, y volviendo a los nuestros, creo que el principal problema hemos sido nosotros mismos, nuestra incapacidad para generar ocasiones (quitando los últimos quince minutos) y nuestra falta de concentración en los momentos calientes: no tiene sentido que nos hayan metido los dos goles en los descuentos de cada parte. Puedo comprender el segundo porque estábamos volcados en busca del gol de la victoria, pero el minuto y la forma en la que nos han hecho el empate dice muy poco de nuestro nivel de concentración y, por ende, de nuestra competitividad.
Llega ahora el parón de selecciones, con lo que nuestro próximo partido en Liga no llegará hasta el domingo 2 de abril. Será en casa, a las 16:15 horas y contra el Real Valladolid. Luego llegará la vuelta de semifinales del Copa el miércoles 5, mismo lugar y mismo rival que el de hoy. Ya sabes que la esperanza es lo último que se pierde, y más si eres devoto de la fe madridista, así que por aquí volveré a contártelo todo. Nos leemos.

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