Infinito, por su clase sobre el césped y fuera de los terrenos de juego. Irrepetible, por su magia con el balón en los pies, siempre desequilibrante. Inmortal, por sus goles en Stamford Bridge y el Soccer City, el primero para dar el pase a la final de la Champions e iniciar el círculo virtuoso del mejor Barça de la historia, y el segundo para bordar la primera estrella en el pecho de la Selección Española.
Cuando uno piensa en Andrés Iniesta le vienen a la cabeza dos fechas: 6 de mayo de 2009 y 11 de julio de 2010. Todos recordamos qué estábamos haciendo en ese minuto 92 en Stamford Bridge en el que ya habíamos perdido la fe, pero aguantábamos de pie frente a la pantalla, preparándonos inconscientemente para vivir el éxtasis colectivo más descomunal que jamás hemos vivido. Ese gol de Iniesta hizo cambiar la mentalidad de muchos culés, tan desafortunadamente acostumbrados al “este año parece que sí, pero al final no”, al “jugamos muy bien pero en la Champions hace falta algo más”. Esa noche, aunque fuera por suerte o caprichos del destino, mucha gente se dio cuenta de que el fútbol bonito también podía servir para ganar y empezó la leyenda de un equipo irrepetible en el que el manchego fue uno de los pilares junto a Messi, Xavi y Guardiola. Algo parecido sucedió un año más tarde en Sudáfrica, cuando ese gol que pareció detener el tiempo por unos instantes puso el broche de oro a una España que ya había empezado a brillar en 2008, y que enseñó al mundo una nueva manera de jugar al fútbol. Atrás quedó el catenaccio de Italia, los mediocampistas que solo sabían defender o los delanteros que vivían en el área, para dar paso a un fútbol de toque en el que los centrocampistas técnicos eran los protagonistas del juego y decidían el ritmo de los partidos.
La aportación de Iniesta al fútbol es tan grande como su figura, un futbolista universal, que ha salido aplaudido y ovacionado de todos los estadios de España y de Europa, incluso parte del Santiago Bernabéu le aplaudió cuando fue sustituido en el 0-4 que le endosó el Barça al Madrid en noviembre de 2015; y el Juventus Stadium hizo lo propio cuando fue sustituido en el partido de fase de grupos de esta misma temporada. Todos sienten que Iniesta es parte de ellos, parte del futbol español y Mundial, un tipo sencillo, sin estridencias, querido por sus compañeros y ejemplo de los valores del deporte; el espejo donde mirarse para todos aquellos que algún día quieran ser futbolistas.
Ayer fue un día triste, el ver como otro de los referentes del mejor equipo que has visto jamás se ‘retira’ te recuerda que te vas haciendo mayor, pero sobre todo te das cuenta de que futbolísticamente el vacío de Iniesta será difícil –imposible diría– de llenar –por lo menos por ahora– en Barcelona. Recordaremos sus ‘croquetas’, su manera de deslizarse sobre el tapete con la elegancia y la facilidad de quien está por encima del resto, rememoraremos como rompía las líneas defensivas y daba ese pase con el exterior que sólo podía ver él, esperando que en algún momento se vuelva a apostar por el talento de la casa y pueda salir otro jugador parecido, aunque sabiendo que Iniesta es irrepetible.