
para el Rayo
El aburrimiento es la enfermedad de las personas afortunadas; los desgraciados no se aburren, tienen demasiado que hacer. A. Dufresnes (1788-1862) Escritor francés
Hola, qué tal, cómo estás. Bienvenido una vez más a este pequeño rincón de madridismo. Déjame que te diga una cosa: no sé cómo acabará esta temporada, si caerá algún título o nos iremos con el nadaplete a casa; pero lo que tengo claro es que lo bueno que nos pase no será gracias a nuestro juego porque la verdad es que no jugamos absolutamente a nada.

Vamos tirando porque cuando no es Mbappé o Vini, son Rodrygo, Brahim o Bellingham. Y hay veces que ni aún así. Pero como equipo, como colectivo, como grupo que persigue de forma armónica un bien común, somos la nada más absoluta. Todo es soltar el balón (que no es lo mismo que pasarlo) a alguno de los de arriba para que se busquen la vida y rezar para que encuentren la inspiración.
Pero, desgraciadamente, el rezo suele ir más orientado a provocar que sea el rival el que no la encuentre, me refiero a la inspiración. En fin, vamos al lío.
Vulgaridad
Es un patrón que se repite de forma más o menos habitual una y otra vez. Comenzamos relativamente bien, intentando presionar arriba (tampoco mucho, no nos hagamos trampas al solitario), controlando el juego, teniendo alguna oportunidad e incluso marcando un gol tempranero. Y dices, hombre, pues a ver si hoy es el día y vuelve Kylian a hacer de las suyas.

Si el partido es fuera de casa, nos echamos a dormir pensando que está todo hecho y si es en el Bernabéu, también, aunque pensando en aquello del qué dirán y que los que vamos al campo nos llevemos alguna alegría adicional, pues hay veces que hacemos un esfuerzo adicional e incluso cae el segundo. Y tú sigues tan contento, ni tan mal va la cosa, oye. Qué golazo de Vini y qué enchufado se le ve, el miércoles se sale.
Pero de repente se baja el telón. Como si la función ya hubiera terminado por hoy y todos tuvieran prisa por abandonar el campo y dedicarse a otros quehaceres que supongo son más productivos y más gratificantes. Que solo falta que se apaguen y enciendan las luces del estado varias veces a modo de aviso para abandonar la localidad y la megafonía del estadio termine soltando un «circulen, que aquí ya no hay nada más que ver«.
Y en esas estamos cuando a algún jugador rival le da por promocionarse para el Balón de Oro y te casca un golazo de los que ganan también el Premio Puskas a final de temporada. Que luego les ves por ahí fallar unos goles que ni Narci desesperando a Marinus y llegan aquí y parecen la reencarnación de Pelé, Maradona y Marco van Basten todo en uno.
Y sucede algo más: hoy al descanso todos estábamos alabando el partido de Tchouaméni, y con razón. El francés rinde más y mejor cuando juega, oh sorpresa, en su posición. Es de los que claramente está con la flecha hacia arriba, y espero que siga así hasta el final de temporada. Pero cuando resulta que teniendo a los cuatro de arriba el más destacado ha sido el que se dedica a destruir, pues evidentemente algo no acaba de estar fino del todo.

Y, claro, va pasando el tiempo, no cae el tercero, no se generan oportunidades, el equipo va perdiendo el poco mando que tenía, los cambios llegan mal y tarde y, para mas inri, cada vez que el rival pisa tu área estás con el alma en vilo deseando que alguien despeje el balón cuanto antes no vaya a ser que la cosa acabe con algún penalti pitado después de algún rozamiento entre cordones de las botas.
Que la consecuencia directa de que el árbitro pite el final del partido sea casi más de alivio que de alegría, dice mucho de cómo ha sido la cosa. Por cierto: que todo esto no suponga quitarle ningún mérito al gran partido que ha hecho el Rayo. Ninguna duda de que han merecido algo más de lo que finalmente se han llevado para casa.
Acabando
Total, que o bien mejoramos el ratio de conversión de goles durante los minutos en los que estamos rumbosos, o vamos a seguir pasándolo mal en todos y cada uno de los encuentros que nos quedan de aquí a final de temporada. Unos días saldrá cara, como hoy, y otras veces saldrá cruz, como el día del Betis. No hay nada que nos permita pensar que acabaremos algún partido como el día del City.
También puedes ocurrir que seas de los que piensen como mi buen amigo Pedrín que al final del partido me decía que había sido un encuentro correoso sin más y que básicamente estaban todos pensando en el partido de vuelta de la Champions. Yo no lo veo así, de verdad, pero, como suelo decir muchas veces: qué sabré yo.
En una cosa sí estamos de acuerdo: el miércoles en el Riyadh Air nos jugamos el ser o no ser de esta temporada … otra vez más. Tendremos que apretar los dientes e, insisto, aumentar el ratio de conversión de ocasiones/goles si queremos tener alguna oportunidad de seguir adelante. A partir de las 23:00 horas (porque no creo que haya prórroga) veremos si la alegría ha vuelto a nuestras vidas o sentiremos algo de alivio porque el sufrimiento haya acabado ya.
Sea como fuere, por aquí te lo contaré. Cree en los nuestros y no te fíes mucho de lo que aquí escribo porque lo normal es que los hechos me acaben quitando la razón … y yo que me alegro de que así sea. Nos leemos.

Permíteme que mi último comentario de hoy vaya dedicado a Carles Miñarro, doctor del FC Barcelona, que ayer falleció en la Ciudad Condal y al árbitro David García de la Loma, que falleció el martes después una larga enfermedad. Orgulloso de que mi Club y mi gente sí sepan comportarse en momentos como éste. Descansen en paz.
Categorías:Fútbol
